¿Qué Papa seguirá después de Francisco? (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

En Roma, la cuestión de la sucesión del Papa Francisco se ha vuelto cada vez más grave desde que su salud se ha deteriorado. La sala de prensa del Vaticano emite frecuentes pero escuetos comunicados, explicando que el Santo Padre tuvo que cancelar tal o cual cita, a raíz de una “fuerte gripe”. Él mismo admite que tiene dificultades para leer sus discursos, por lo que últimamente ha pedido que los lea un monsignore de la Secretaría de Estado.

En este clima particular, se publicó en La Nuova Bussola Quotidiana del 29 de febrero de 2024 un documento en seis idiomas titulado “El Vaticano mañana” firmado por un tal “Demos II” en referencia al memorando “Demos” publicado por Sandro Magister en 2022, y que luego se supo fue escrito por el cardenal australiano George Pell, tras la muerte de este último el 10 de enero de 2023.

De Demos I…

En 2022, el cardenal Pell escribió con valentía: “Antes se decía: Roma locuta. Causa finita est. [Roma ha hablado, la causa ha terminado] Hoy se dice: Roma loquitur. Confusión augetur. [Roma ha hablado, la confusión ha aumentado]. E ilustró su punto con algunos hechos: “El sínodo alemán habla de homosexualidad, de mujeres sacerdotes, de comunión para los divorciados. El papado guarda silencio.

“El cardenal Hollerich rechaza la enseñanza cristiana sobre la sexualidad. El papado guarda silencio. Esto es tanto más significativo cuanto que este cardenal es explícitamente hereje; no utiliza códigos ni alusiones. Si este cardenal continuara sin corrección de Roma, constituiría una ruptura mayor y aún más profunda con la disciplina, con pocos –si es que hay alguno– precedentes en la historia. La Congregación para la Doctrina de la Fe debe actuar y hablar".

El prelado australiano proporcionó algunas orientaciones para un futuro cónclave, partiendo de una observación severa pero justa: “Desde Vaticano II, las autoridades católicas han subestimado a menudo el poder hostil de la secularización, del mundo, de la carne y del diablo, especialmente en Occidente y han sobreestimado la influencia y el poder de la Iglesia católica.

"Somos más débiles que hace 50 años y muchos factores están fuera de nuestro control, al menos a corto plazo, por ejemplo, la disminución del número de creyentes, la asistencia a la misa, el descenso o la extinción de un gran número de órdenes religiosas".

En consecuencia: “El Papa no tiene por qué ser el mejor evangelista del mundo, ni una fuerza política. El sucesor de Pedro, como jefe del colegio de los obispos, que son también los sucesores de los apóstoles, desempeña un papel fundamental para la unidad y la doctrina.

"El nuevo Papa debe comprender que el secreto de la vitalidad cristiana y católica proviene de la fidelidad a las enseñanzas de Cristo y a las prácticas católicas. No surge de la adaptación al mundo ni del dinero".

Y aconseja claramente: "El primer proyecto del nuevo Papa debería consistir en restablecer la normalidad, la claridad doctrinal en materia de fe y moral, restablecer el respeto a la ley, así como garantizar que los primeros criterios para el nombramiento de los obispos sean la aceptación de la tradición apostólica. La competencia y la cultura teológica representan una ventaja y no un obstáculo para todos los obispos y especialmente para los arzobispos. […]

"Si Roma no corrige estas herejías, la Iglesia quedaría reducida a una vaga federación de Iglesias locales, con visiones diferentes, probablemente más cercanas a un modelo anglicano o protestante que a un modelo ortodoxo. Una de las primeras prioridades del próximo Papa será eliminar y prevenir un desarrollo tan peligroso para el futuro, exigiendo unidad en lo esencial y no permitiendo diferencias doctrinales inaceptables. La moralidad de los actos homosexuales será uno de los puntos críticos".

… a Demos II

En 2024, Demos II retomó las observaciones del cardenal, pero la situación ha empeorado: "Los límites de este pontificado son evidentes: un estilo de gobierno autocrático y a veces aparentemente vengativo, negligencia jurídica, intolerancia ante cualquier desacuerdo, aunque sea respetuoso, y –lo que es aún más grave– una tendencia constante a la ambigüedad en materia de fe y de moral, que siembra confusión entre los fieles.

"Ahora bien, la confusión genera división y conflicto. Mina la confianza en la Palabra de Dios. Debilita el testimonio evangélico. El resultado de esto es una Iglesia más fracturada que en ningún otro momento de su historia reciente".

De esto se desprenden los siguientes consejos: "El próximo pontificado tendrá, pues, la tarea de redescubrir y restablecer las verdades que poco a poco se han oscurecido o perdido entre muchos cristianos. Estas verdades son, entre otras:

(a) “Nadie se salva sino por Jesucristo, y sólo por Él, como Él mismo lo dijo claramente.

(b) Dios es misericordioso pero también justo, y está íntimamente interesado en cada vida humana. Él perdona pero también nos pide cuentas;

(c) El hombre es una criatura de Dios, no una invención propia; una criatura no meramente emotiva y con apetitos sino también con intelecto, libre albedrío y un destino eterno;

(d) Existen verdades objetivas inmutables sobre el mundo y la naturaleza humana, que pueden conocerse mediante la Divina Revelación y el ejercicio de la razón;

(e) La Palabra de Dios, recogida en las Escrituras, es fiable y tiene una fuerza permanente;

(f) El pecado es real y sus efectos son mortales;

(g) La Iglesia tiene tanto la autoridad como el deber de ‘hacer discípulos a todas las naciones’. Si no se abraza con alegría esta labor de amor misionera y salvadora, tiene consecuencias reales. Como dice San Pablo en 1Cor 9,16: '¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!'"

El autor de este documento en forma de manifiesto es un cardenal que recogió las opiniones de otros cardenales y obispos. Justifican su anonimato por el ambiente opresivo que reina en Roma, donde “la franqueza no es bienvenida”.

Algunos observadores han propuesto el nombre del cardenal Gerhard Ludwig Müller, lo cual es plausible si leemos en la lista de "observaciones prácticas" del documento esta afirmación: "El Papa es el sucesor de Pedro y el garante de la unidad de la Iglesia. Pero no es un autócrata. No puede cambiar la doctrina de la Iglesia y no debe inventar ni cambiar su disciplina arbitrariamente.

“Gobierna la Iglesia colegialmente con sus hermanos obispos en las diócesis locales. Y lo hace siempre en fiel continuidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Los ‘nuevos paradigmas’ y los ‘nuevos caminos inexplorados’ que se desvían de una y otra no son de Dios. Un nuevo Papa debe restaurar la hermenéutica de la continuidad en la vida católica y reafirmar la comprensión de Vaticano II sobre el papel propio del papado".

Esta referencia a la colegialidad conciliar y especialmente a la “hermenéutica de la continuidad” promovida por Benedicto XVI, se encuentra en la pluma del que fue su sucesor al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En cualquier caso esta referencia demuestra que el autor y coautores del documento son de línea ratzingueriana. En otras palabras, del lado conservador conciliar. El cardenal Pell fue más audaz, hablando de una evaluación falsa del mundo moderno desde el Concilio Vaticano II, dando a entender que dicha evaluación incluso pudo haber sido hecha por Vaticano II.