San Andrés de Creta: testigo de la Inmaculada Concepción
Nacido en Damasco, el futuro Andrés de Creta pronunció sus primeras palabras hasta los siete años, después de su primera comunión. A los catorce años ingresó en el monasterio de San Sabas. En 681, fue enviado, siendo todavía archidiácono, al VI Concilio Ecuménico de Constantinopla, donde se destacó por su celo y su elocuencia. Más tarde fue nombrado arzobispo de Creta. Murió en el 712.
Homilía sobre la Natividad de la Virgen María
Hoy Adán ofrece María a Dios en nuestro nombre, como las primicias de nuestra naturaleza; y estas primicias, que no han sido puestas con el resto de la masa, son transformadas en pan para la reparación del género humano.
Hoy se pone de manifiesto la riqueza de la virginidad, y la Iglesia, como para las bodas, se embellece con la Perla inviolada, de la verdadera pureza.
Hoy, la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y los encantos de la naturaleza humana; pero nace la Madre de Aquel que es la Belleza por excelencia, y esta naturaleza recobra en Ella sus antiguos privilegios y es modelada siguiendo un modelo perfecto y verdaderamente digno de Dios. Y esta formación es una perfecta restauración; y esta restauración una divinización; y ésta, una asimilación al estado primitivo (...).
Hoy, contra toda esperanza, la mujer estéril se convierte en madre y esta madre, nacida ella misma de la esterilidad, dando a luz a un linaje que no tiene padre, ha consagrado todos los alumbramientos de la naturaleza.
Hoy, ha aparecido el brillo de la Púrpura divina, y la miserable naturaleza humana se ha revestido de la dignidad real.
Hoy, según la profecía, ha florecido el cetro de David, así como la rama siempre verde de Aarón, que para nosotros ha producido a Cristo, rama de la fuerza.
Hoy, de Judá y de David ha salido una joven virgen, llevando la marca del reino y del sacerdocio de Aquel que, según el orden de Melquisedec, recibió el sacerdocio de Aarón.
Hoy, la gracia, purificando el efod místico del divino sacerdocio, ha tejido —a manera de símbolo— el vestido de la simiente levítica, y Dios ha teñido con púrpura real la sangre de David.
Por decirlo todo en una palabra: hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el mundo envejecido, sometido ahora a una transformación totalmente divina, recibe las primicias de la segunda creación”. Amén.
Oración a la Santísima Virgen
Salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo. Salve, ¡oh instrumento de nuestra alegría!, por quien la sentencia de nuestra condenación fue revocada y transformada en juicio de bendición. Salve, ¡oh templo de la gloria de Dios!, morada sagrada del Rey de los Cielos. Tú eres la reconciliación de Dios con los hombres.
Salve, ¡oh Madre de nuestra alegría!, en verdad Tú eres bendita porque solo Tú entre todas las mujeres fuiste digna de ser la Madre de nuestro Creador. Todas las naciones te llaman bienaventurada, ¡oh María! Si pongo mi confianza en Ti alcanzaré los medios para mi salvación. Si estoy bajo tu protección nada temeré, porque ser siervo tuyo es poseer las armas invencibles de salvación que Dios solo concede a quienes quiere salvar.
¡Oh, Madre de misericordia, aplaca a tu Hijo! Cuando estabas en la tierra ocupabas solo una pequeña parte de ella, pero hoy, que has sido elevada a lo más alto de los Cielos, el mundo entero te considera como el propiciatorio común de todas las naciones.
Te rogamos, ¡oh Virgen Santísima!, nos concedas el socorro de tus súplicas delante de Dios; súplicas que son más estimables y más preciosas que todos los tesoros de la tierra; súplicas que obligan a Dios a perdonarnos nuestros pecados, y nos alcanzan una gran abundancia de gracias para recibir el perdón y practicar la virtud; súplicas que ahuyentan a nuestros enemigos, confunden sus designios y triunfan de sus esfuerzos. Amén
(Fuentes: Pie Régamey, Les plus beaux textes sur la Vierge Marie/Site-catholique.fr – FSSPX.Actualités)