La cremación de los cuerpos: un abuso detestable

Fuente: FSSPX Actualidad

Giotto: La Resurrección de Lázaro

Algunos partidarios de la cremación afirman que la Iglesia es enemiga de los hornos crematorios porque la incineración se opone a la doctrina. ¡Pero no! No existe ninguna oposición esencial entre la doctrina y la práctica de la cremación.

Nuestra creencia en la resurrección no se contradice con este método de disposición de los restos mortales. El poder soberano de Dios un día volverá a reunir todas las cenizas producidas por la combustión, tan fácilmente como las que resultan de la descomposición.

¿Es que la cremación está en contra de la ley natural y, por lo tanto, es intrínsecamente malvada? ¡De nuevo, la respuesta es no! En tiempos de guerra o de epidemia, la Iglesia permite que los cuerpos sean quemados. Esta autorización excepcional nunca se otorgaría si en verdad la cremación estuviera en contra de la ley natural.

¿Por qué nos oponemos a la cremación?

Porque la cremación es contraria a la tradición cristiana. La Iglesia siempre ha sepultado a sus muertos. Los primeros cristianos sepultaban a sus muertos en las catacumbas. Sentían gran temor por la costumbre pagana de quemar los cadáveres.

En segundo lugar, la cremación es contraria a la liturgia funeraria. El rito del entierro y las hermosas oraciones funerarias son maravillosamente adecuadas para inculcar en el alma de los fieles las grandes verdades religiosas. La inmortalidad del alma, la futura resurrección, la dignidad del cuerpo humano; estas verdades se les recuerdan a todos los católicos a través de estas oraciones litúrgicas. Sin duda, la cremación no suprime estas verdades. ¿Pero las simboliza? De ningún modo. Es, por el contrario, el emblema de la destrucción definitiva. Sugiere la aniquilación total. Parece decir a sus practicantes: no crean en la supervivencia del hombre. Abandonen toda esperanza de resurrección y de vida.

Por otra parte, ¿quiénes son los más ardientes partidarios de la cremación? Los enemigos de nuestra religión, los librepensadores, los masones. ¿No han dicho estos adversarios en voz alta que la gran ventaja de la cremación es mantener a los sacerdotes alejados de los funerales y reemplazar el entierro cristiano por un servicio secular?

Finalmente, nos oponemos a la cremación porque es una práctica bárbara. Es moralmente repugnante. Nunca podrá el corazón humano, al menos uno que no esté deformado por las pasiones o los prejuicios, aceptar esta destrucción brutal y violenta de los restos de un ser querido, de un padre, una madre, una esposa o un hijo. ¿Lanzar el cuerpo de nuestro padre o nuestra madre en un horno al rojo vivo, para reducirlo a cenizas y deshacernos de él tan pronto como sea posible, como nos libraríamos de un animal contaminado? ¿No es una práctica repugnante y nauseabunda?

Una práctica detestable

Me gustaría citar las palabras de un miembro de la Academia Francesa que asistió a una cremación.

Fue la impresión más terrible y dolorosa que haya experimentado. Ante el mero recuerdo del cuerpo retorciéndose, los brazos agitándose, suplicando misericordia, los dedos retorciéndose y curvándose como virutas de madera, las piernas ennegrecidas pataleando violentamente, ardiendo como antorchas, comienzo a temblar, siento sudor frío en mi frente, y en retrospectiva, compadezco el tormento de este difunto desconocido cuya carne he oído gritar en protesta.

En verdad, la cremación es repugnante. Entendemos porqué resulta una práctica detestable en los círculos que han mantenido, a pesar de todo, el respeto por los muertos.

León XIII llamó a esta práctica un abuso detestable, un calificativo con el que todos los pueblos civilizados coincidirán.

Aprovechamos ahora para recordar a nuestros feligreses de manera resumida la legislación eclesiástica sobre el tema:

  1. Está prohibido solicitar la cremación para uno mismo o para alguien más.
  2. Un católico no puede dar su nombre a las sociedades de cremación.
  3. Un sacerdote no puede administrar los últimos sacramentos a un católico que haya dejado instrucciones para cremar su cuerpo.
  4. El Santo Sacrificio de la Misa no puede ofrecerse públicamente por el reposo del alma de los difunto cuyos cuerpos han sido cremados por su propia culpa. Al prohibir la cremación bajo pena de pecado mortal, la Iglesia desea poner fin a una práctica propagada por la masonería y los librepensadores, con el fin de difundir el materialismo y la falta de religión.