La autoridad, el verdadero meollo del Sínodo (2)

Fuente: FSSPX Actualidad

Según el pensamiento modernista de Vaticano II, la autoridad viene de abajo y ya no de arriba: esta gravísima inversión de la doctrina tradicional explica las oscilaciones pontificias actuales entre el autoritarismo frente a la tradición y la capitulación frente a las exigencias libertarias.

1. "Él les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Mc 1,22). La autoridad viene de Dios: la autoridad como tal y, por tanto, toda autoridad. Lo dice San Pablo (Rm 13, 1) pero la recta razón ya lo constata a su nivel.

Por tanto, toda autoridad "desciende de lo alto", pues es la expresión particularizada del gobierno de Dios, que utiliza intermediarios humanos para conducir a sus criaturas a la felicidad eterna del cielo, y conducirlas allí de la manera conveniente a su naturaleza de seres humanos, es decir, con plena inteligencia y libertad.

Así es como el mundo, salido de Dios, que lo crea y lo conserva, vuelve a Dios, que lo atrae y lo llama. En efecto, es Dios, Fin Último y Supremo, lo que buscan todas las criaturas, cada una según el modo propio de su naturaleza. Los hombres lo hacen a través de la inteligencia y la libertad.

Y si varios hombres se esfuerzan por avanzar juntos hacia este mismo Fin, necesitan que sus inteligencias y sus libertades sean ayudadas por una autoridad, cuyo papel será unificar y ordenar sus esfuerzos, con pleno conocimiento de causa. 

La autoridad es, pues, el auxilio y la ayuda, dada por Dios a los hombres, de una inteligencia suficientemente elevada para discernir, más allá de los bienes particulares de cada uno, el verdadero bien común a todos. Y es también el auxilio y la ayuda de una inteligencia dotada de todo el poder para tomar las decisiones necesarias para la adquisición y conservación de este bien común.

2. La autoridad, por tanto, solo puede concebirse en relación con un bien común y un Fin, porque la autoridad se define como la ayuda y el auxilio que la libertad humana necesita para obtener este bien y alcanzar este fin, según su propia modalidad, que es la acción común.

En la Iglesia, la autoridad de los obispos y la del Papa no tiene otro significado que en relación con la salvación eterna, cuya primera condición es la conservación y transmisión del depósito de la fe, ya que la fe es el principio de la salvación.

3. A esta idea católica de autoridad, y a esta doctrina romana del poder "que viene de lo alto" (Jn 19,11), vemos que el modernismo de Vaticano II opone, y cada vez más claramente en sus consecuencias, la doctrina rousseaunista e inmanentista, es decir, en definitiva marxista, del poder "que viene de abajo".

Esto es lo que está en juego en el pontificado de Francisco, especialmente con el último Sínodo. Y esto es muy grave. Reflexionemos, en efecto, que la autoridad del Papa, en la Santa Iglesia, no se ve socavada por la única razón de que, desde hace más de medio siglo, quienes detentan esta autoridad están imbuidos de doctrinas heterodoxas. La autoridad no solo se ve socavada en su sujeto.

Está socavada en sí misma, en su definición profunda. El ideal católico y romano, deseado por Dios para su Iglesia, queda virtual pero absolutamente destruido por la inversión de la autoridad, es decir, por una nueva definición que invierte completamente su naturaleza misma. Hasta ahora, de grado en grado, la autoridad descendía hasta el Pueblo de Dios, a través del Papa, Vicario de Cristo, y luego a través de los obispos.

Ahora asciende (o más bien: emerge) de grado en grado, desde el Pueblo de Dios, consagrado como Rey, Sacerdote y Profeta, hasta los obispos y el Papa. Y si luego desciende del Papa y de los obispos al Pueblo, es precisamente en la medida en que es expresión de la Conciencia común del Pueblo. Y el Sínodo es una de las manifestaciones privilegiadas de esta inversión.

4. Esta es la idea claramente expresada por el Papa Francisco en su Discurso del 17 de octubre de 2015, con motivo del XIV Sínodo: "Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha" dijo, "una escucha recíproca en la que todos tienen algo que aprender. El pueblo fiel, el Colegio Episcopal, el Obispo de Roma, cada uno escuchando a los demás; y todos escuchando al Espíritu Santo, el 'Espíritu de la Verdad' (Jn 14,17), para saber lo que dice a las Iglesias (Ap 2,7)".

Y muy recientemente, justo antes de la apertura del XVI Sínodo, en un discurso pronunciado durante la audiencia del 23 de agosto de 2023, el Papa retomó esta idea: "Estamos tratando de aprender una nueva forma de vivir las relaciones, escuchándonos unos a otros para escuchar y seguir la voz del Espíritu".

5. En tal concepción, la autoridad ya no se define según un bien común y un fin. Y en la Iglesia, la autoridad del Papa ya no se concibe en términos del depósito de la fe y de la salvación eterna de las almas. Esta es también la razón por la que Monseñor Strickland acusó al Papa Francisco de "socavar el depósito de la fe".

Por supuesto, porque en la nueva "Iglesia de la escucha", la autoridad ya no tiene que ajustarse principalmente a las necesidades de una meta objetiva; más bien, debe adaptarse ante todo a la mentalidad de sus súbditos. Es Charles Journet quien lo repite cuando explica cómo el protestantismo, ya antes del modernismo, logró la subversión radical de la autoridad. [1]

La primera preocupación de la autoridad ya no es imponer un fin, sino consultar a la multitud; ya no se trata de reivindicar el derecho, sino de establecer el hecho; ya no se trata de sujetar el Número al Fin, sino de sujetar el Fin al Número. Los estragos de este principio, añade, serán atenuados en la práctica porque hay alguna razón natural o luz sobrenatural en los protestantes.

Pero el protestantismo debe ser juzgado por su principio y su raíz. Y este principio es contradictorio. Lo mismo ocurre con el modernismo de Vaticano II y Francisco. La fórmula "la autoridad viene de abajo", que traduce con mucha precisión esta noción de la Iglesia de la escucha, es de hecho una contradicción y, por tanto, es necesario elegir entre sus términos.

O mantener la autoridad, seguir actuando como si viniera de arriba, y eso es opresión. O recibir lo que viene de abajo, como si efectivamente se destruyera la autoridad y esto significa abdicar. Al igual que el protestantismo, el modernismo, en su concepción distorsionada de la autoridad, oscila entre estos dos polos.

6. Por esta razón, vemos al Papa Francisco, por un lado, despedir, con una severidad sin precedentes, a Monseñor Strickland, un obispo que, sin embargo, pretendía permanecer fiel a los compromisos asumidos durante su consagración, y, por otro lado, capitulando cada vez más ante las exigencias libertarias de la porción vanguardista del Pueblo de Dios.

El cardenal Gerhard Ludwig Müller, exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe de Benedicto XVI, declaró que considera la destitución de Monseñor Strickland como "una revocación arbitraria" que terminará "socavando la autoridad del Papa".

En realidad, esta destitución es solo la consecuencia de una autoridad papal ya descarriada, una autoridad que ahora se considera proveniente de abajo y ya no de arriba.

Padre Jean-Michel Gleize

El Padre Jean-Michel Gleize es profesor de apologética, eclesiología y dogma en el Seminario San Pío X de Écone. Es el principal colaborador del Courrier de Rome. Participó en las discusiones doctrinales entre Roma y la FSSPX entre 2009 y 2011.