Ceguera frente a la crisis de la Iglesia: las lamentaciones del Padre Cavalcoli

Fuente: FSSPX Actualidad

El Padre Giovanni Cavalcoli, un dominico italiano, escribió en su blog un artículo titulado: Non habemus papam, "no tenemos papa". El autor especifica que no es sedevacantista; este sugestivo título busca atraer la atención. El Padre Cavalcoli se presenta como un conservador y encaja en la línea de la hermenéutica de la continuidad del Papa Benedicto XVI, de quien es gran admirador.

El artículo firmado por el dominico de Rávena se centra en la personalidad y acciones del Papa Francisco. Muestra la angustia que han causado en él y en muchos buenos católicos. Asimismo, trata de explicar el daño que este papado está ocasionando en la fe de los fieles presentando varias explicaciones.

La imprudencia del Papa

La primera explicación presentada por el religioso es la "imprudencia pastoral" inherente al Papa Francisco, caracterizada por el "reformismo modernista y un diálogo mal entendido con el mundo". Esta forma de actuar sería la causa de una "situación eclesial caótica" que se ha vuelto ingobernable.

El Padre Cavalcoli lamenta el hecho de que el Papa mantenga "relaciones amistosas con todas las principales potencias internacionales hostiles a la Iglesia católica, sin criticarlas: el mundo protestante, el mundo comunista, el mundo judío, el mundo islámico, la masonería". ¿Es justa esta crítica? Parece que el religioso dominico sufre un ataque de amnesia. ¿Quién solía reunirse regularmente con los protestantes? ¿Quién fue el primer Papa en ingresar oficialmente a una sinagoga? ¿Quién les dijo a los musulmanes que teníamos el mismo Dios? ¿No fue el Papa Juan Pablo II? ¿Y luego Benedicto XVI siguiendo sus pasos?

Del mismo modo, el Padre Cavalcoli se queja de la confusión que ha penetrado en la Iglesia, debido a la falta de una enseñanza clara, de condenas precisas, de sanciones tomadas contra aquellos que se equivocan en la fe. No hay duda de esto, pero esta situación no es nueva. No inició con este papado.

Un intento de explicación

Más adelante, el dominico se aventura en un intento por comprender el "alma" de Francisco. Descubre cuatro factores "que perturban y convierten su acción apostólica - por intensa que sea - en acciones contraproducentes o ilusorias".

El primero en ser analizado es el "factor moral", es decir, una preocupación demasiado grande por querer complacer al mundo. Esta acusación de tratar de participar en la demagogia no es nueva; el cardenal Bergoglio ya había sido criticado por este mismo punto en Argentina. Pero, ¿por qué reprochar al Papa Francisco por querer complacer al mundo, cuando la apertura al mundo es precisamente el pecado original del Concilio Vaticano II? Lo que sucede subjetivamente con el Papa es una cosa, pero Francisco está persiguiendo objetivamente un fin esencial del Concilio. Calificar esta actitud como una falta personal del Papa reinante es fácil, pero equivale a no enfrentar la realidad.

Luego toca el turno al "factor cultural", que el Padre Cavalcoli describe como una "repugnancia" hacia la actividad abstracta, que se reemplaza sistemáticamente por una retórica de afirmaciones simples, lemas, impulsos emocionales, ironías o bromas. Lo que vemos aquí es una descripción del antiintelectualismo del Papa, que probablemente proviene de la formación jesuita moderna. Sin duda, el estilo del Papa Francisco en esta área contrasta con el de sus dos predecesores inmediatos. Pero también es una marca de la nueva teología, condenada por Pío XII, y rehabilitada por Juan XXIII, que sigue impulsando el mundo de los teólogos contemporáneos, con algunas pocas excepciones.

En tercer lugar, presenta el "factor psicológico", que en realidad es una "falta de equilibrio psíquico" (sic). El Padre Cavalcoli proporciona dos signos de esto: primero, hay un aspecto "bipolar" que caracteriza al Papa Francisco. Sin duda, no se refiere a una patología médica diagnosticada, sino a lo que la psicología llamaría un "rasgo" de personalidad. Existiría, entonces, la "sospecha... de confusión mental ocasional" en el origen "de ciertas expresiones que, tomadas literalmente, serían materialmente herejías o algo cercano a la herejía". Ahora bien, dice, "un Papa no puede ser formal e intencionalmente herético". Por lo tanto, no hay otra explicación que la locura temporal. El análisis del Padre Cavalcoli es fácil en este punto, pero también es temerario e indignante, a menos que tenga acceso a la información de los registros médicos del Papa Francisco, lo cual es dudoso.

Además, el autor ignora claramente la historia eclesiástica. Es cierto que el Papa no puede enseñar una herejía para toda la Iglesia. Pero el Papa Honorio I fue condenado, después de su muerte, por el tercer Concilio de Constantinopla en 361, por haber apoyado la herejía monotelita. Y el Papa Juan XXII, uno de los papas de Aviñón, fue obligado por su confesor, un dominico, a retractarse en su lecho de muerte de una enseñanza cercana a la herejía que había dado como opinión personal.

La explicación del Padre Cavalcoli es deficiente. Lo mismo afirman los sedevacantistas: el Papa no puede estar equivocado, pero está enseñando errores, por lo tanto, no es Papa. Los defensores de Francisco dicen: el Papa no puede estar equivocado, por lo que los errores que enseña no son errores. Nuestro dominico se refugia en un tercer callejón sin salida: el Papa Francisco atraviesa momentos de locura temporal. Es una forma simplista de eliminar la dificultad a la que deben enfrentarse todos los católicos de hoy.

El cuarto factor presentado por el Padre Cavalcoli está en la misma línea: el Papa a veces cede a las tentaciones diabólicas. Esta declaración completamente innecesaria no merece ningún otro comentario.

Las desviaciones eclesiásticas del Papa Francisco

El Padre dominico también lamenta la recepción universal que el Papa ofrece a todo el mundo, mientras se olvida de proteger su propia casa, la Iglesia bajo su cuidado. Se queja amargamente al respecto, explicando que existe un tesoro al que se debe proteger y que esto solo se puede hacer colocándolo detrás de fuertes muros. Además, acusa a Francisco de reducir la Iglesia a meros objetivos "económicos, sociales, políticos, populistas, ecológicos, terrenales y humanistas". Le reprocha que se mezcle con el mundo, que tome y reciba de él. Lo acusa de "convivir con otras religiones", sin querer convertir a sus fieles.

¿Acaso el autor ha pasado 40 años en hibernación o aislado en una ermita, alejada del mundo? Fue Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien explicó en 1985 que "el problema de los años sesenta era el de asumir los mejores valores expresados ​​en dos siglos de cultura liberal". También es la tesis magistral de Romano Amerio, incluida en su contundente libro Iota Unum, la que muestra que desde Vaticano II, los hombres de la Iglesia se han dedicado a un "cristianismo secundario", es decir, a los elementos de la cultura cristiana, descuidando, en mayor o menor medida, el fin sobrenatural, la lucha de la gracia y la necesidad de la fe divina y católica. Finalmente, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, ambos promovidos por el Concilio, e implementados escrupulosamente por Juan Pablo II, han hecho que la Iglesia olvide que debe ser misionera porque es la única religión verdadera.

Lamentaciones finales

El Padre Cavalcoli también lamenta que sean precisamente aquellos a quienes él considera "descalificados" - los tradicionalistas y, especialmente, los "lefebvristas" -, quienes se oponen más a los excesos del Papa Francisco. Luego se pregunta por el silencio de los obispos y cardenales. Los imagina asustados, temiendo la ira del Papa, la degradación, la pérdida del sombrero cardenalicio o de la sede episcopal, e incluso la desaprobación de los modernistas y masones.

Quizá sí actúen impulsados por uno u otro de estos miedos. Y hay también quienes actúan por servilismo; siempre ha habido algunos de estos en la Iglesia. Pero debemos abrir los ojos: la gran mayoría de los prelados están de acuerdo con el Papa, o lo siguen felizmente. El empeoramiento de la crisis que el Padre Cavalcoli ve hoy, no es más que el resultado de una generación de obispos del Concilio Vaticano II. Es el fruto mismo del Concilio. Buscar otras causas, o presentar factores y explicaciones más o menos absurdos no lleva a ninguna parte. Si no nos remontamos a la causa real, es decir, la dinámica destructiva del catolicismo implementada por Vaticano II, nos arriesgamos a enceguecernos hasta el punto de no poder encontrar la solución.

Por el contrario, y este es un signo positivo en la debacle actual, varios cardenales y obispos están presentando análisis, e incluso han empezado a aceptar ciertos cuestionamientos. Sin llegar todavía a la raíz del problema, lo abordan con cierto valor.

Queda la esperanza de que la curación de esta ceguera no se demore más tiempo, para acelerar la implementación de los medios adecuados para que la Iglesia recupere su Tradición y elimine, finalmente, todos los gérmenes corruptos introducidos por el Concilio.