Los dones del Espíritu Santo (7): el don de fortaleza

Fuente: FSSPX Actualidad

Jesús en el Huerto de los Olivos

Mientras la Iglesia y sus hijos se preparan para celebrar la venida del Espíritu Santo en esta Vigilia de Pentecostés, FSSPX.Actualidad propone a sus lectores descubrir un poco mejor estos siete dones concedidos por la bondad de Dios a nuestra alma para santificarla. Después de meditar sobre los dones de inteligencia, sabiduría, ciencia, consejo y piedad, continuaremos con el don de fortaleza.

La consideración de este don es una gran oportunidad para (re)descubrir que Jesucristo nuestro Salvador y nuestro modelo poseía todos los dones del Espíritu Santo y hacía uso de ellos, así como personalmente poseía la gracia divina en su alma humana.

La fortaleza es una cierta firmeza del alma para afrontar o soportar males graves. Pero la fuerza humana es muy limitada y frágil, especialmente para perseverar en la lucha y superar todos los peligros de esta vida, especialmente para alcanzar al fin eterno, que supone el triunfo sobre todos los males. Para todo esto la virtud común de la fortaleza no es suficiente.

La virtud cardinal de la fortaleza procede de acuerdo con el modo limitado propio del hombre, asumiendo la ayuda divina recibida y limitada según este modo. Pero el don de fortaleza está tan revestido de la virtud de lo alto, que hace suyo, por así decirlo, el poder de Dios, y rechazando toda debilidad natural, opera por la sola virtud de la divinidad.

Así, la virtud y el don de fortaleza difieren como la fuerza humana y la fuerza divina. El don de fortaleza perfecciona y ayuda a la virtud donde esta última podría fallar.

Ciertamente, la virtud de la fortaleza puede afrontar incluso la muerte, por razón del fin sobrenatural y por una ayuda sobrenatural. Sin embargo, afronta las pruebas más terribles con una cierta debilidad y temblor por parte del sujeto que la opera.

Precisamente esta debilidad y este temblor son suprimidos por el don de fortaleza, porque opera por moción e inspiración del Espíritu Santo, y nos reviste de la virtud de lo alto, de modo que con este don obramos como si nos apoyáramos en la piedra inamovible. El don de fortaleza inclina de tal manera hacia las obras difíciles que fortalece la debilidad del sujeto, por la virtud del Espíritu Santo que asiste al alma.

Así, Jesucristo primero tembló en su pasión y mostró la debilidad de la naturaleza humana, con la virtud de la fortaleza que actúa según el modo humano, compatible con estos temblores; pero habiendo recurrido a Dios, volvió inmediatamente, mediante la operación del don y de la fortaleza divina, a su perfecta firmeza.

La inspiración y la moción del Espíritu Santo, en las que se basa el don de fortaleza como su razón formal, consisten en una nueva constancia y una nueva firmeza del alma, producidas por el Espíritu Santo, que hacen al hombre capaz de superar cualquier dificultad.

¿A qué objetos se extiende el don de fortaleza?

Santo Tomás en el comentario a las Sentencias dice expresamente que: "si bien el don de fortaleza concierne principalmente a las obras más arduas, sin embargo, se extiende también a otras dificultades a las que generalmente se refiere la virtud de la fortaleza, pero no del mismo modo. (…) El don de fortaleza se extiende a todas las dificultades que se pueden encontrar en la vida humana".

Pero aunque el don de fortaleza puede corregir toda debilidad en el sujeto, no se sigue de ello que vaya siempre acompañado de la ayuda eficaz de la gracia; porque, aunque puede, si consideramos la moción del Espíritu, fortalecer toda debilidad, no siempre lo hace, debido a la debilidad y mutabilidad de nuestra voluntad que la obstaculiza, al no recurrir suficientemente a Dios.

Juan de Santo Tomás, Los dones del Espíritu Santo