Lutero, ¿un verdadero reformador de la Iglesia?

Fuente: FSSPX Actualidad

Lutero colocando su Tesis en las puertas de la iglesia Todos Santos.

Hace exactamente 500 años, el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de su convento. Éste fue el primer acto decisivo del monje agustino, quien era profesor de ciencias bíblicas en la Universidad de Wittenberg, y el inicio de lo que la historia conocería como la "Reforma Protestante".

Para este aniversario, las iglesias y comunidades que se autodenominan protestantes han estado celebrando a su héroe, a quien ven como el autor de una renovación benéfica para toda la Iglesia.

El 31 de octubre de 2016, en Suecia, el Papa Francisco se unió a estas celebraciones al firmar una Declaración Conjunta con el jefe de la comunidad luterana. Ambos declararon sentirse "agradecidos por los regalos espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma." Siguiendo su ejemplo, muchas iniciativas a lo largo del mundo han intentado vincular a los católicos con este aniversario. Para dar sólo un ejemplo, el arzobispo de Estrasburgo, Jean-Pierre Grallet, participó el 6 de diciembre de 2016, en una celebración ecuménica con líderes protestantes donde rezaron la siguiente oración: "Espíritu Santo, ayúdanos a alegrarnos en los dones que han sido dados a la Iglesia a través de la Reforma; enséñanos a arrepentirnos por los muros divisorios que tanto nosotros como nuestros predecesores hemos construido."

¿Cuáles son exactamente estos "dones espirituales y teológicos" que la Iglesia ha recibido gracias a la Reforma luterana? ¿El rechazo al Santo Sacrificio de la Misa, a la gracia santificante y a la mayoría de los sacramentos? ¿La rebelión hacia la jerarquía católica y la negación de la prominencia de la Iglesia y particularmente del papado? ¿El cuestionamiento del Magisterio y el odio por los votos religiosos y por toda forma de vida religiosa de clausura? ¿La negación de pasajes enteros de la Sagrada Escritura, de la santificación por medio de las buenas obras o de la intercesión de los santos?

Como católicos, no podemos evitar sentirnos perplejos y escépticos, y tenemos el derecho a preguntarnos cuáles son los dones que la Reforma Protestante ha dado a la Iglesia. Pero la pregunta más importante aquí es si es correcto hablar de una reforma en la Iglesia, y si Lutero realmente merece el título de verdadero reformador. Después de todo, a la Santa Iglesia nunca le han hecho falta reformadores santos para renovar su celo y fervor misionero. Basta citar como ejemplos a San Pacomio, San Antonio, San Benito, San Bernardo, Santo Domingo o San Francisco de Asís, así como la reforma gregoriana, la obra de San Francisco de Sales, San Vicente de Paul, Monseñor Olier, Dom Guéranger...

Lutero en su tiempo

 

Lutero nació en Sajonia, en el pueblo de Eisleben, la noche del 10 al 11 de noviembre de 1483. Fue bautizado en la iglesia de San Pedro el día 11, y recibió el nombre de Martín. Su familia era puramente alemana. Luther, o Luder, que proviene de Lothat, significa "el puro", "el sincero". Más adelante, algunas veces le daría un giro griego a su nombre, llamándose Eleutheros o Eleutherius, "el liberador".

Estudió filosofía en 1501 en la Facultad de Artes de la Universidad de Erfurt, antes de ingresar al noviciado de los monjes agustinos de Erfurt, cuatro años después, para cumplir una promesa impulsiva. Ordenado sacerdote en 1507, se convirtió en doctor en filosofía en 1512 y comenzó a enseñar. En 1515, empezó a comentar la Biblia, enfocándose particularmente en el Libro de los Salmos y en las epístolas de San Pablo a los romanos, a los gálatas y a los hebreos.

Aunque aparentemente era un profesor estable, interiormente experimentaba graves crisis: tentaciones contra la carne, desesperación, preocupación angustiante sobre su salvación. Deseaba estar seguro de su salvación, pero sabía que era un pecador y que caía con demasiada frecuencia, y no entendía cómo podría escapar de la justicia de Dios.

Creía haber sido iluminado durante la "experiencia de la Torre" (Turmerlebnis) que relata en su libro Charlas de Sobremesa. Se trata de una torre en el convento de Wittenberg, probablamente en el sanitario. Ahí entendió que la divina justicia es lo mismo que la justificación por medio de la fe, la cual es un don de Dios. Sola fides: la sola fe salva. Pues el hombre es impotente ante el pecado; el hombre está totalmente corrompido, aún después del bautismo. De hecho, es simul peccator et justus [pecador y justo al mismo tiempo], un pecador en la realidad pero sólo un hombre en la esperanza, hecho así por la promesa de Dios. Tales fueron las primeras intuiciones que convirtieron a Lutero en un monje lleno de desconfianza hacia cualquier clase de seguridad que pudiera adquirirse con demasiada facilidad mediante obras meritorias en este mundo.

La cuestión de las indulgencias

 

Estas primeras intuiciones alcanzaron su punto más álgido con el tema de las indulgencias. En ese entonces, la Basílica de San Pedro, en Roma, estaba siendo construida luego de que el Papa Julio II destruyera el edificio constantino en 1505. Desde inicios del año 1507, las indulgencias empezaron a concederse como un medio para financiar este colosal proyecto que era demasiado grande para las finanzas de la Santa Sede. El Papa León X las renovó en 1514. En 1517, comenzaron a predicarse en Alemania. Las indulgencias, que remiten la deuda temporal que no ha sido reparada ocasionada por nuestros pecados, son concedidas por alguna obra realizada, en este caso, las limosnas o contribuciones monetarias, bajo las condiciones ordinarias, que son una buena confesión y recibir la santa comunión. Pueden ser aplicadas a vivos y muertos.

Al principio, Lutero consideró "una práctica muy provechosa el conceder y obtener indulgencias". Pero muy pronto comenzó a verlo como una forma falsa de seguridad: "Debemos tener mucho cuidado de evitar que las indulgencias se conviertan en una fuente de seguridad, pereza o negligencia de la gracia interna." Estaba equivocado. Confesarse y comulgar no son signos de pereza o negligencia de la gracia. Son todo lo opuesto.

Finalmente, el 31 de octubre de 1517, clavó en la puerta de su convento sus 95 tesis para denunciar esta práctica en un tono irónicamente mordaz. Atacó al Papa y al poder de jurisdicción de la jerarquía sobre el tesoro de la Iglesia, el cual está constituido por los méritos de Cristo y de los santos. En cuanto fueron traducidas - pues las clavó en latín - estas tesis convirtieron a Lutero en una especie de portavoz de las ambiciones, resentimientos y quejas alemanas contra Roma.

El éxito con el que fue recibido, el apoyo de sus partidarios y su locuacidad natural ocasionaron que este monje de carácter intenso, apasionado, terco y violento adquiriera tanta seguridad en sí mismo que nada podía hacerlo cambiar de opinión. Se había convertido en un rebelde, en un jefe de facción.

Hacia la ruptura

 

Sabiendo que tenía la protección del Príncipe elector de Sajonia, Lutero ignoró su voto de obediencia y se negó a acudir a Roma, a donde se le había citado para que diera una explicación de sus acciones. Al ver esto, el Papa envió al obispo de Gaeta, el Cardenal Thomas de Vio, conocido como Cayetano, quien se reunió con el monje agustino en Augsburgo en octubre de 1518. Lutero se negó a retractarse de sus tesis. Y fue más lejos todavía, convocando a un concilio para juzgar al Papa.

Al año siguiente, rechazó la Tradición como fuente de la Revelación. La Escritura es la única regla de la fe: sola Scriptura. También rechazó la autoridad de los concilios y del Pontífice romano. Negó la infalibilidad de la Iglesia, y empezó a convencerse acada vez más de que el Papa era el Anticristo. Lutero estaba actuando como el profeta de una nueva e invisible Iglesia, sin jerarquía, ni papa ni sacerdocio. Atacó a la mayoría de los sacramentos, los cuales denunció como invenciones impías: la confirmación, la eucaristía, la extremaunción, el matrimonio y, sobre todo, las órdenes sagradas. Y sin embargo, él mismo era un sacerdote; se odiaba a sí mismo...

En el año 1520 llegó a un punto sin retorno. Sus ideas y enseñanzas tomaron la forma de una doctrina en donde las herejías competían con un espíritu cismático. En el mes de mayo, publicó su tratado sobre el papado romano (Von dem Papsttum zu Rom). Era una clara negación de su institución divina. El papa no era más que un tirano. La verdadera Iglesia es invisible; reúne espiritualmente a todos los que están unidos por la fe en Cristo, única fuente de justificación y salvación. El poder de las llaves prometido por Nuestro Señor reside únicamente en la comunidad en donde el culto es practicado, y no en la jerarquía instituida por Cristo. Cayetano tenía razón cuando publicó en 1521 una obra corta sobre El Sucesor de Pedro subtitulada "la divina institución del pontificado soberano del Obispo de Roma."

En agosto de 1520, Lutero publicó su tratado más importante, dirigido a la nobleza alemana (An den Christlichen Adel deutscher Nation). Recurrió decididamente a los príncipes temporales buscando el apoyo a sus tesis y su protección para la nueva religión que intentaba fundar. Les dijo que había tres muros que debían ser derribados: 1) la distinción entre el clero y los laicos; 2) el derecho solo del Papa de interpretar la escritura; 3) su jurisdicción universal y su poder para convocar concilios.

Su razonamiento era simple y terriblemente efectivo. Basta el bautismo para conferir el sacerdocio universal a todos. En consecuencia, todos los cristianos tienen el derecho de interpretar la Sagrada Escritura como mejor les parezca y de juzgar la fe. Lo mismo aplica con las convocaciones a concilio: cualquiera puede hacerlo, "pero no tan bien como aquellos que blanden la espada temporal." Esta frase está llena de implicaciones. De hecho, expresa la sumisión a la Iglesia del Estado. Lutero buscaba apoyo para rechazar la autoridad del poder espiritual, sin ser acusado de destruir el orden social y el carácter natural de toda autoridad.

Para justificar la osadía de sus teorías y su rechazo total hacia la institución eclesiástica, Lutero publicó un nuevo y provocador tratado en octubre de 1520: De captivitate Babylonica Ecclesiae. En este tratado, rechazó explícitamente la doctrina y práctica de los sacramentos. Sin embargo, conservó el bautismo, incluyendo el bautismo de los niños, razón por la cual fue criticado por los anabaptistas, entre los cuales se encontraban algunos de sus primeros partidarios, e incluso de sus amigos. También conservó la "Cena del Señor", pero sin el Santo Sacrificio de la Misa, que tanto odiaba. Rechazó la transubstanciación y el sacramento de las órdenes sagradas. El pastor que dirige el culto no es más que el líder de la asamblea. Lutero también permitió el uso tanto del pan como del vino para la comunión y de la lengua vernácula.

Más tarde, ese mismo mes, Lutero también publicó el tratado Sobre la Libertad Cristiana, en donde declaró una vez más que los cristianos están justificados por la fe sin obras, las cuales rechaza definitivamente. La única libertad verdadera que libera al hombre de todo pecado es la justificación por medio únicamente de la fe. Ésta es la teoría Esto peccator et pecca fortiter, sed forties fide et gaude in Christo qui victor est peccati, mortis et mundi. "Sé un pecador y peca atrevidamente, pero cree y alégrate en Cristo más atrevidamente. Pues Él triunfó sobre el pecado, la muerte y el mundo."

Esto es una evolución de simul peccator et justus que el innovador ya había expuesto algunos años antes en su Comentario sobre la Epístola a los Romanos: atribuyendo que la promesa de salvación hecha al hombre es suficiente para justificarlo, aunque sea un pecador y esté privado de la gracia santificante.

Para Lutero, la Iglesia se ve reducida a la esclavitud y deportada a Babilonia bajo el yugo del Papa, quien para él es el Anticristo: "Es como si," escribe el autor de L’histoire des conciles, "¡el reformador transfiriera a la fe, y solamente a la fe, la certeza y seguridad que les reprochaba a los cristianos de su tiempo que la fundamentaban en las buenas obras y las indulgencias!" Para lograr lo anterior, tuvo que rechazar los pasajes de la Escritura que proclamaban que sin obras, la fe está muerta (ver St. 2-26). Lutero reemplazó la fe de la Iglesia con su propia construcción intelectual y su opinión sobre la voluntad humana, no como libre sino como esclava, y todo lo anterior iluminado por su experiencia personal propia. De este modo, intentó justificar su rebelión contra sus votos y liberarse de la angustia y los escrúpulos de conciencia. No pasaría mucho tiempo antes de que comenzara a imponer sus opiniones sobre toda la cristiandad con los brazos de los señores laicos.

Ésta fue la "reforma" de Lutero, una reforma que comenzó como ideológica y dogmática, y no como una reforma del comportamiento y disciplina que la Iglesia necesitaba. En una carta dirigida al Papa León X, Lutero escribió: "Ciertamente, he vitupereado duramente contra las doctrinas impías, y en consecuencia no me he detenido para censurar a mis adversarios, no por su mala moral, sino por su impiedad." Algunos meses después, en febrero de 1521, su discípulo Melanchthon resumió la esencia del protestantismo: "Lutero está librando una batalla contra doctrinas perversas y dogmas impíos, y no contra los vicios privados de los representantes del sacerdocio."

Así que quienes pretenden afirmar que el protestantismo fue una reacción saludable a la decadencia del catolicismo, y que fue inspirado por la intención de reformar la moral están completamente equivocados. Fue una tarea radicalmente distinta: un rechazo, una revolución total contra la fe católica y la Iglesia fundada sobre Pedro.

El obispo de Luçon comprendió los hechos perfectamente. Un siglo después de que Lutero clavara sus tésis, el futuro cardenal Richelieu presentó la Reforma como una herejía que amenazaba las instituciones religiosas y políticas, "un recrudecimiento del desorden basado en una malversación de la Escritura y una falta de conocimiento de la Tradición."

Lutero y Melanchthon al pie de la Cruz (Sello postal del Vaticano).

De la herejía al cisma

 

El Papa León X prohibió las teorías del monje agustino el 15 de junio de 1520 (Exsurge Domine): 41 proposiciones fueron condenadas y Lutero fue citado para que diera una explicación de sus acciones. El 10 de diciembre del mismo año, delante de los profesores y estudiantes de Wittenberg, quemó públicamente la "abominable bula del Anticristo", junto con las recopilaciones de los decretos papales y de numerosas obras escolásticas. Roma decidió excomulgar a este monje rebelde el 3 de enero de 1521. Posteriormente, Lutero llevó su revolución al nivel político. Siendo convocado a la Dieta de Worms, en abril de 1521, el heresiarca apareció con un salvoconducto y se negó a retractarse de sus errores. El emperador Carlos V lo exilió del imperio como un excomulgado, cismático obstinado y hereje notorio. Pero el Príncipe elector Federico de Sajonia lo salvó: mandó secuestrarlo y lo llevó a la seguridad del castillo de Wartburg. Ahí, Lutero trabajó en su traducción al alemán de la Biblia.

Muy pronto se distanció de su fiel discípulo Thomas Müntzer, un profeta visionario que agitaba a los campesinos contra los impíos. Lutero recurrió a los señores de Sajonia, Hesse, Brandeburgo, etc. El año 1525 marcó la terrible represión de la Guerra de los Campesinos, mientras Lutero se casaba, el 13 de junio de 1525, con Catalina de Bora, un ex monja. Después de pisotear todos sus votos, Lutero confió a los príncipes la misión de imponer la reforma en todas las parroquias y abadías. Se aprovechó del desorden general que reinaba, del violento sentimiento alemán anti-Roma, y de la avaricia de los señores, quienes recibieron el poder de aplicar la reforma imponiendo regulaciones sobre el culto y apropiándose de los bienes de la Iglesia para sí mismos. Con esta jus reformandi en sus manos, los poderes laicos se encargaron de secularizar los monasterios y de apropiarse de los tesoros de la Iglesia. Disturbios violentos y escenas de vandalismo y destrucción iconoclasta estallaron por todas partes. Estos despiadados ataques contra las reliquias, las imágenes, tabernáculos, sitios de peregrinaje y lugares de culto condujeron a una destrucción colosal, especialmente cuando los fieles trataban de impedirlo.

Lutero murió sin arrepentirse en 1546, dejando tras él la memoria de un borracho obsceno y violento. Se había rebelado contra los dogmas de la Iglesia, pero no contra los vicios y abusos del clero.

Conclusión

 

La Reforma luterana no es tanto una verdadera reforma como sí una revolución que derrocó al dogma, a la práctica religiosa, a la liturgia, a los sacramentos y las autoridades divinamente establecidas. Dividió en dos a la Iglesia Latina. De un lado estaban los países que permanecieron fieles a la doctrina católica y se sometieron a la jurisdicción de la Iglesia y al obispo de Roma; del otro, los países que adoptaron las nuevas ideas y cayeron en las manos de los señores y del Estado.

Este 31 de octubre de 2017, cuando se están organizando manifestaciones ecuménicas por todas partes, las autoridades de la Iglesia de hoy pretenden celebrar eventos que son bastante tristes... Lutero, como lo hemos demostrado, fue uno de los más grandes heresiarcas de todos los tiempos, responsable, al igual que Arrio, de la pérdida de innumerables almas.

Monseñor Fellay, superior general de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, ha explicado anteriormente por qué no podemos celebrar alegremente el 500 aniversario de la Reforma Protestante. Antes, al contrario, nos lamentamos por esta cruel división. Siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor, rezamos y trabajamos para que las ovejas perdidas puedan encontrar nuevamente el camino que las llevará con seguridad a la salvación, el camino de la Santa Iglesia Católica Romana."

Padre Christian Thouvenot, FSSPX.


[1] Hartmann Grisar, Martin Luther, sa vie et son œuvre, París, Lethielleux, 1931, 402 páginas.

[2] De la Brosse, Lecler, Holstein, Lefebvre, Les Conciles de Latran V et Trente, coll. Histoire des conciles œcuméniques, vol. X, Dumeige (dir.), Fayard, 2007, p. 117, sq.

[3] Síntesis de Histoire des conciles œcuméniques, vol X, Dumeige (dir.), op. cit.

[4] Edición francesa por el P. Jean-Michel Gleize, Courrier de Rome, 2004.

[5] “Sei ein Sünder und sündige kräftig, aber vertraue noch stärker und freue dich in Christus, welcher der Sieger ist über die Sünde, den Tod und die Welt”.

[6] Histoire des conciles œcuméniques, tome X, Dumeige (dir.), op. cit., p. 126.

[7] Citado por Arnaud Teyssier, Richelieu, l’aigle et la colombe, Perrin, 2014, p. 129.

[8] A. Boulanger, Histoire générale de l’Eglise, tomo III, vol. VI, Emmanuel Vitte, 1938, p. 22.

[9] Carta a los Amigos y Benefactores #87, April 26, 2017.