ONU: la Santa Sede aboga contra las armas nucleares

Fuente: FSSPX Actualidad

La Santa Sede habló nuevamente en las Naciones Unidas sobre la cuestión de las armas nucleares a través de su observador permanente. Haciéndose eco del pensamiento del Papa Francisco, que declaró en agosto de 2023 que "poseer bombas atómicas es un pecado", Monseñor Gabriele Caccia abogó por una prohibición universal de las pruebas nucleares.

¿Cuál ha sido la posición de la Iglesia sobre el tema durante el último siglo?

Fue bajo el pontificado de Pío XII (1939-1958) cuando la cuestión tan delicada de la energía nuclear irrumpió en el debate ético. El Papa se basó entonces en el criterio de proporcionalidad para condenar el uso de nuevas armas:

"Cuando los daños ocasionados por la guerra no son comparables con los de la 'injusticia tolerada', puede tenerse la obligación de 'sufrir la injusticia'", declaró en su discurso ante la Oficina Internacional de Documentación de Medicina Militar el 19 de octubre de 1953.

En otras palabras, el arma nuclear era considerada inmoral, tomada en su único aspecto de medio militar, que causaba daños humanos y naturales desproporcionados con respecto a cualquier agresión militar.

La reflexión de Pío XII evolucionó ligeramente al final de su pontificado, sin embargo, fue con los siguientes Papas que el juicio sobre las armas nucleares cambió en la Iglesia, siendo estas consideradas más como un medio político, especialmente cuando la disuasión era bilateral y se veía como una forma de relación política entre las superpotencias.

Al mismo tiempo, también se desarrolló una reflexión sobre el posible control de las armas nucleares. Poco a poco el magisterio afinó su juicio moral en la misma línea, hasta que Juan Pablo II declaró en 1982 que "en las condiciones actuales, una disuasión basada en el equilibrio, ciertamente no como un fin en sí mismo, sino como una etapa en el camino hacia el desarme progresivo, seguía considerándose moralmente aceptable".

Se puede resumir de esta forma la sentencia del magisterio desde Juan XXIII hasta Juan Pablo II: temporalmente, las armas nucleares, en la medida en que contribuyan a la disuasión, no pueden prohibirse. Solo estaría prohibido su uso indiscriminado; pero el objetivo final es lograr la prohibición y destrucción de las armas nucleares.

Los pontificados de Benedicto XVI y Francisco marcaron un cambio de dirección significativo que estaría justificado por la proliferación de armas atómicas y el fin de la bipolarización Este-Oeste que ya no permite el uso de la noción de disuasión:

"¿Qué pasa con los gobiernos que dependen de las armas nucleares para garantizar la seguridad de sus países? Junto con innumerables personas de buena voluntad, podemos afirmar que esta perspectiva, además de desastrosa, es completamente falaz", declaró Benedicto XVI el 1 de enero de 2006.

Resulta que el Papa Francisco está –en este tema específico– en la misma línea que su predecesor inmediato. Una vez no es costumbre.

¿Es esta posición moralmente correcta?

La cuestión del uso de armas nucleares y la disuasión atómica son bastante complejas. Requieren un desarrollo que se proporcionará en futuros artículos.