Por una verdadera misericordia

Fuente: FSSPX Actualidad

Monseñor Olivier Leborgne, vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Francia, y el Padre Alexis Garnier, de la Fraternidad San Pedro (FSSP) sobre el Motu proprio Traditionis Custode

La situación de los ritos de San Pío V y de Pablo VI es la descrita en el reciente Motu proprio Traditionis custodes: una cohabitación imposible, incluso a nivel de los principios litúrgicos.

1. En el muy reciente Motu proprio Traditionis custodes, del 16 de julio, el Papa Francisco establece que "los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano" [1].

2. Las reacciones del bloque Ecclesia Dei no se hicieron esperar. Sin duda, la situación de todos aquellos que, quisieron apegarse a la liturgia tradicional, pero sin seguir a Monseñor Lefebvre y a la Fraternidad San Pío X en un supuesto "cisma" o al menos en una también supuesta "desobediencia", corre el riesgo de convertirse en algo muy problemático. Sin duda, esto parecerá, y lo es en realidad, bastante lamentable, en opinión de todos aquellos cuya consideración se detiene en el bien personal de los miembros de dicho movimiento, o al menos en las consecuencias prácticas inmediatas. El ejemplo del Superior del Distrito de Francia de la Fraternidad San Pedro es característico a este respecto, puesto que este último ve en el Motu Proprio del Papa Francisco un texto "ofensivo", que paga muy mal los esfuerzos de "obediencia" realizados hasta ahora, e incluso dice que "la Fraternidad San Pío X está recibiendo al final un mejor trato que nosotros".

3. Sin embargo, aunque parece lamentable en sus efectos y penalizadora para las personas, la iniciativa del Papa no resulta nada sorprendente. Incluso tiene lógica. Y uno bien podría preguntarse si no era inevitable. Porque la situación de los dos ritos, el de san Pío V y el de Pablo VI, es precisamente la descrita en el reciente Motu proprio Traditionis custodes: una situación de convivencia imposible, incluso en el plano de los principios litúrgicos. Más allá de las situaciones fácticas y del estado infinitamente variable, pacífico o conflictivo, que concierne a las personas, existe fundamentalmente una oposición formal de doctrina entre la Misa de San Pío V y el nuevo rito de Pablo VI. Porque la liturgia es un lugar teológico1 . La brecha entre las dos liturgias corresponde a un abismo, que separa dos concepciones de la Iglesia y de la fe. Además, se puede medir la magnitud de esta brecha viendo la fuerza con que la mayoría de los episcopados, conscientes de su adhesión al Concilio Vaticano II, se opusieron a la iniciativa del Motu proprio Summorum pontificum: aun cuando se supone que el rito tradicional de la Iglesia no pretendía, según la intención de Benedicto XVI, excluir el nuevo rito, su liberación fue a menudo mal vista. Y esto es precisamente porque, más allá de una no exclusión puramente jurídica, siempre permanecerá entre las dos liturgias una incompatibilidad y una exclusión doctrinal. Las buenas intenciones de un Papa conservador, como Benedicto XVI, son similares a las de un liberal: ambos fomentan la ilusión de dar el mismo derecho de ciudadanía a la verdad y al error. Pero las intenciones de un Papa vanguardista, como Francisco, tienen un significado muy diferente: en su mente, la única expresión de la lex orandi solo puede ser el Novus Ordo Missae, con la exclusión de la Misa Tradicional. Y en esto, Francisco es mucho más lógico que Benedicto XVI si se sigue el adagio según el cual la ley de la fe es la base de la ley de la oración, lex orandi, lex credendi. Si la nueva creencia es la del Concilio Vaticano II, la nueva liturgia que debe corresponderle solo puede ser la de la Misa Nueva de Pablo VI, y no la de la Misa antigua, que es la expresión de una doctrina contraria en más de un punto a la de Vaticano II.

4. Esto significa claramente, entre otras consecuencias, que la Misa tradicional no puede ser objeto, ni para un verdadero católico apegado a la Tradición, ni para un verdadero conciliario adscrito al Vaticano II, de una preferencia personal o de una elección motivada por una sensibilidad teológica o una estética particular. No "se prefiere" la Misa tradicional sobre la Misa Nueva, como si la Misa Nueva fuera únicamente menos buena o menos agradable. De hecho, el rito tradicional de la Misa es la expresión completa y necesaria de la fe de la Iglesia, en contraposición a un nuevo rito que (según las palabras del Breve Examen Crítico) se aparta de él de manera impresionante tanto en conjunto como en los detalles. El rito tradicional se impone a la adhesión de todos los católicos, y estos no pueden contentarse con verlo como el objeto de una preferencia personal, por motivos que serían extrínsecos a la profesión de la fe católica, y que no excluirían la legitimidad y bondad intrínseca del nuevo rito de Pablo VI.

5. Es innegable que, mediante el Motu proprio del 7 de julio de 2007, Benedicto XVI quiso ampliar la posibilidad de celebrar la antigua liturgia, y que esta ampliación no tenía precedentes desde 1969. Pero este Papa, puesto que solo era conservador, no fue tan lejos como para hacer del rito tradicional la expresión necesaria, ordinaria y común de la ley de la oración; de hecho, la expresión ordinaria de esta ley siguió siendo la del Novus ordo missae de Pablo VI. Benedicto XVI solo quería que, para una misma lex orandi hubiera dos expresiones, una de las cuales (la de la Misa de San Pío V) sería extraordinaria en comparación con la otra (la de la Nueva Misa de Pablo VI). Benedicto XVI introdujo, por tanto, en la liturgia de la Iglesia el dualismo imposible de un bi-ritualismo, un dualismo imposible al nivel mismo de los principios de la liturgia, y por eso su Motu proprio solo fue, en definitiva, el acto de un liberalismo igual de imposible e ilusorio, que no satisfizo ni a la Fraternidad San Pío X ni a los incondicionales del Concilio Vaticano II, apegados unos y otros a sus principios. Los conservadores de diferentes tendencias, y entre ellos los partidarios del movimiento Ecclesia Dei, vieron el Motu propio de Benedicto XVI como un medio providencial para reconciliar su apego a la liturgia de San Pío V y su sumisión a las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Pero resulta que la reciente iniciativa de Francisco les recordó que esa situación inestable solo fue posible gracias a la iniciativa, al fin y al cabo, personal y, en última instancia, estratégica de un Papa conservador. 

6. El católico digno de ese nombre debe sentir una verdadera compasión por todas estas personas: una verdadera compasión, que no solo se entristece porque la posibilidad de estos conservadores de celebrar la liturgia de San Pío V se ve seriamente amenazada, sino que se entristece todavía más por la ilusión mortal en que estos católicos corren el riesgo de quedar prisioneros, es decir, creer en la posibilidad de conciliar la antigua liturgia y la adhesión al Concilio Vaticano II -o una supuesta "obediencia" a la jerarquía actual. A todos ellos, es importante dejar bien claro, ante todo, que con toda la caridad pastoral que debe animarla, la Fraternidad San Pío X, al igual que la Misa de San Pío V, no puede representar en el estado actual de la Iglesia una opción por defecto, o una preferencia oportuna y temporal.

7. La iniciativa de Francisco podría así abrirnos los ojos, y no solo el corazón.

Padre Jean-Michel Gleize

  • 1Ver lo que escribió Dom Jean-Pierre Longeat, poco antes de la publicación del Motu proprio de Benedicto XVI, "La unidad de la liturgia romana en cuestión" en el periódico La Croix del lunes 23 de octubre de 2006, p. 25: "El Ordo missae de 1969 implementa en particular la teología de la constitución dogmática sobre la Iglesia. Lumen gentium presenta a la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo y como el Pueblo de Dios reunido en el nombre de Cristo. […] Querer alentar en la Iglesia latina el retorno a otro énfasis teológico mediante la extensión del Ordo de 1962, es generar una perturbación muy profunda en el pueblo de Dios".