Archivo especial: “Traditionis custodes” (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

Primera parte (1): Las motivaciones oficiales

En el Motu proprio Traditionis custodes, el Papa Francisco implementa toda una serie de medidas destinadas a circunscribir la Misa Tridentina, con la esperanza de hacerla desaparecer en beneficio exclusivo de la Misa de Pablo VI.

Tal implacabilidad plantea la pregunta: ¿las motivaciones que proporciona en su carta verdaderamente corresponden con el objetivo real que se ha fijado?

Las medidas tomadas

Traditionis custodes enumera una serie de condiciones que en lo sucesivo deberán enmarcar la celebración de la liturgia tridentina: ya no se celebrarán misas según el rito antiguo en las iglesias parroquiales. Corresponde al obispo diocesano determinar la iglesia o capilla, así como los días para las celebraciones autorizadas.

Las lecturas serán en lengua vernácula, según las traducciones aprobadas por las conferencias episcopales. El celebrante debe ser un sacerdote delegado por el obispo.

Este último será el encargado de comprobar si es oportuno o no mantener las celebraciones según el antiguo misal, asegurando su "utilidad real para el crecimiento espiritual (sic)". Además, el obispo "cuidará de no autorizar la creación de nuevos grupos" de fieles adscritos a la misa tradicional.

"Los presbíteros ordenados después de la publicación del presente Motu proprio, que quieran celebrar con el Missale Romanum de 1962, deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización".

En cuanto a los que ya la celebran, deberán pedir permiso al obispo diocesano para continuar haciéndolo. Los Institutos Religiosos, "establecidos por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei", ahora pertenecen a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Los Dicasterios del Culto Divino y Religioso velarán por que se respeten estas nuevas disposiciones.

El obispo también debe asegurarse de que los grupos para los que se celebra la Misa tradicional, "no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices".

Esta medida corresponde a una de las dos motivaciones dadas oficialmente por el Papa: el no cuestionamiento del Concilio Vaticano II; la unidad de la Iglesia es la otra razón oficial del Motu proprio.

Las motivaciones oficiales: la unidad de la Iglesia y el no cuestionamiento de Vaticano II

En la carta que acompaña al Motu Proprio, Francisco explica que las concesiones establecidas por sus predecesores para el uso del antiguo misal fueron motivadas sobre todo "por el deseo de favorecer la recomposición [es decir, resorción. NDLR] del cisma con el movimiento guiado por Mons. Lefebvre.

La petición dirigida a los obispos de acoger generosamente las 'justas aspiraciones' de los fieles que pedían el uso de ese Misal, tenía por tanto una razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia".

Esta facultad, observa Francisco, "fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por San Pío V, resultando un uso paralelo al Misal Romano promulgado por San Pablo VI".

- Nótese el paralelismo mantenido entre los promulgadores de los dos misales, ambos recibiendo el epíteto de "santo", con el fin de expresar la perfecta igualdad entre los dos misales.

No obstante, según Francisco, el deseo de unidad de sus predecesores fue "gravemente ignorado" y las concesiones ofrecidas con magnanimidad se utilizaron "para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división".

El Papa dice sentirse entristecido por "una instrumentalización del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la 'verdadera Iglesia'".

Dudar del Concilio, explica Francisco, "es dudar de las propias intenciones de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el Concilio Ecuménico y, en definitiva, dudar del propio Espíritu Santo que guía a la Iglesia".

E insiste: "Es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que consideran la 'verdadera Iglesia'.

"Se trata de un comportamiento que contradice la comunión, alimentando ese impulso hacia la división [...] contra el que el apóstol Pablo reaccionó con firmeza. Es para defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores".

Al revocar de este modo las disposiciones establecidas por sus predecesores, y especialmente por Benedicto XVI con el Motu proprio Summorum pontificum, ¿está Francisco realizando una ruptura radical? No, porque tanto él como su predecesor inmediato comparten la misma preocupación por mantenerse en la línea de Vaticano II y preservar la unidad de la Iglesia.

Pero Benedicto XVI se situó en lo que él llamó, en su discurso a la Curia el 22 de diciembre de 2005, "la hermenéutica de la continuidad en la reforma". Por lo tanto, deseaba, a través de Summorum pontificum, responder a los católicos que sufrían las "deformaciones de la liturgia" y deseaban encontrar la "forma de la sagrada liturgia que les era querida", aceptando al mismo tiempo la "naturaleza vinculante del Concilio Vaticano II".

Benedicto XVI consideraba que el temor de que la autoridad del Concilio fuera "debilitada" por Summorum pontificum era "infundado", pues creía que la fidelidad al antiguo misal era sólo un "signo distintivo externo".

Catorce años después, Francisco denuncia "una instrumentalización del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II". Ninguno de los dos cuestiona la autoridad del Concilio, sino que difieren en la manera de interpretarlo.

Francisco ya no admite la existencia de un rito bajo dos formas: ordinaria y extraordinaria. Él ve en la Misa Nueva de Pablo VI, y solo en ella, la "máxima expresión" de la reforma litúrgica deseada por el Concilio:

"Tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores al presente Motu Proprio, y de considerar los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, como única expresión de la lex orandi del Rito Romano".