La adoración de la Cruz del Viernes Santo
La adoración del madero de la Cruz, el Viernes Santo, proviene de la liturgia de Jerusalén, donde ya se practicaba en el siglo IV. Esta ceremonia es el punto culminante hacia el que converge toda la liturgia del Viernes Santo. Ecce lignum Crucis - He aquí el madero de la Cruz. Este es el comienzo de la Parusía del Juez divino, es decir, la aparición del estandarte triunfante de la Redención.
La Cruz, que era un instrumento de tortura y maldición, se ha convertido en el instrumento de nuestra salvación, de nuestro rescate: la Redención. Se ha convertido en el signo de unión de todas las almas de buena voluntad; es la Cruz gloriosa que se ha convertido en el estandarte de la victoria.
Unámonos a la Cruz de Jesús, adorémosla. Es el instrumento de nuestra salvación, el púlpito de la verdad donde Jesús nos enseña, nos perdona, nos alimenta, nos da a su Madre, nos invita a seguirlo y nos juzga.
"Ecce lignum Crucis". La Iglesia ante la Cruz se postra en un acto de adoración total, pleno, llena de agradecimiento, mientras los poderes infernales, presos del horror, huyen a las profundidades del abismo.
En la Edad Media, en Roma, el relicario papal de la Santa Cruz era rociado con perfumes, para indicar la suavidad de la gracia que se desprende del madero triunfal, que fluye del costado traspasado del Sagrado Corazón, y también para manifestar la unción interior y la dulzura espiritual que el Señor derrama en el corazón de quienes cargan la cruz por amor a Él.
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Fuentes: Dom Schuster, Liber sacramentorum - FSSPX.Actualités – 30/03/2018