Los dones del Espíritu Santo (6): el don de piedad
El Magnificat de la Virgen, basílica del Rosario en Lourdes
Mientras la Iglesia y sus hijos se preparan para celebrar la venida del Espíritu Santo en esta Vigilia de Pentecostés, FSSPX.Actualidad propone a sus lectores descubrir un poco mejor estos siete dones concedidos por la bondad de Dios a nuestra alma para santificarla. Después de meditar sobre los dones de inteligencia, sabiduría, ciencia y consejo, continuaremos con el don de piedad.
Santo Tomás dice que el don de piedad considera a Dios como Padre. El Doctor Angélico explica en el Comentario a las Sentencias: "Aunque la virtud de la religión se dirige a Dios, se mide por algo humano, es decir, los beneficios recibidos de Dios. Pero el don de piedad se mide por algo divino: da honor a Dios porque Él es digno de todo honor".
La virtud de la religión infusa se basa en cierto modo en la noción de deuda: consideramos los beneficios de Dios, y lo que le debemos por tales beneficios (cf. Sal 115,12: ¿Qué daré al Señor por todo lo que me ha dado?)
El don de piedad, dejando al margen esta medida de las liberalidades de Dios, y de lo que le debemos a cambio, honra y magnifica a Dios por razón de sí mismo, ya sea que nos dispense bienes o males; y despojado de toda otra consideración, solo ve la grandeza divina en sí misma.
El alma considera a Dios mismo como su herencia eterna, se une a Él inmediatamente, le rinde adoración y lo venera en sí mismo. Esta alma honra a Dios mediante el don de piedad –porque la adhesión a Dios es el fin al que tiende el don de piedad según Santo Tomás–, lo honra en la buena y en la mala fortuna.
La Santísima Virgen dice en su cántico: "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su esclava". La razón para magnificar a Dios y exultarlo no es otra que la grandeza de Dios mismo respecto de esta humildad tan profunda, más que las gracias sublimes que fueron concedidas a María.
¿A qué objetos se extiende la piedad?
La materia a la que se extiende el don de piedad es sobre todo la que concierne al culto filial de Dios: “Habéis recibido el espíritu de adopción de hijos, con el cual clamamos Abba, Padre” (Rom 8, 15). Somos sus hijos adoptivos por la gracia y esperamos la herencia de la gloria. Y así como en el orden de las cosas humanas, la virtud que conduce a honrar a los padres se llama piedad, el don que le corresponde en el orden sobrenatural recibe también el nombre de piedad.
El don de piedad también se extiende a todas las criaturas con las que el alma puede comunicarse en la gracia, lo que no sucede en la virtud de la religión. La piedad considera en los padres el hecho mismo de que son fuente y origen, y lleva a venerar al padre, en cuanto tiene la dignidad de principio. Por eso, dondequiera que se encuentre este carácter de origen, se debe ejercer la piedad.
Con la piedad honramos no solo a nuestros padres, sino a todos los de la misma sangre, lo que concierne al carácter de origen y generación. De lo que se sigue que el don de piedad exige extenderse a los hombres en cuanto a hijos de Dios, a causa de la inmensidad de su gloria.
Ahora bien, la gloria de Dios debe considerarse no solo tal como se comunica a los hijos de Dios, hechos partícipes de la naturaleza divina; y pertenece a la grandeza del Padre, autor de la gracia, conducir a la gloria a un gran número de sus hijos. Ahora bien, las criaturas espirituales, excepto los condenados, son hijos de Dios o pueden llegar a serlo: por eso el don de piedad se extiende a todas estas criaturas.
Juan de Santo Tomás, Los dones del Espíritu Santo
Fuente: MG – FSSPX.Actualités
Imagen: Poudou99, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons