Sínodo sobre la Amazonía: el escandaloso espectáculo continúa

Fuente: FSSPX Actualidad

Mientras se elabora el documento final del Sínodo sobre la Amazonía, ¡invocando la figura de San Francisco de Asís! - las dos semanas de trabajo que acaban de tener lugar, estuvieron salpicadas de eventos tan grotescos e impactantes como los que se llevaron a cabo durante la inauguración.

La iglesia de Santa María en Traspontina ha sido el escenario de espectáculos particularmente escandalosos. Las imágenes hablan por sí solas. Las danzas y los rituales paganos, vagamente cristianizados, dieron más rienda suelta a los espíritus chamánicos que al soplo del Espíritu Santo.

Vía Crucis indígena

El 19 de octubre, se llevó a cabo un Vía Crucis al ritmo de guitarras y panderetas, mezclando el instrumento del sacrificio supremo de Cristo con encantamientos paganos acompañados de incienso, plumas y cánticos extravagantes, sin olvidar la ridícula canoa con sus remos, sus redes y sus letreros pintarrajeados.

Las estaciones del Vía Crucis que siguió Nuestro Señor dieron paso a los sufrimientos que sufre la tierra amazónica: marginalización, desigualdades sociales, indiferencia y, por supuesto, deterioro ambiental, contaminación, explotación, empobrecimiento.

El cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo (Perú) y vicepresidente de REPAM (la red eclesial panamazónica) participó en este Vía Crucis indígena: "El Vía Crucis de Cristo se encuentra hoy decididamente en el Amazonas. Por eso, siguiendo su ejemplo, como pueblo, viajamos desde estas periferias existenciales de la Amazonía hasta el centro del cristianismo representado por Roma".

Ya no es el Rin el que desemboca en el Tíber, es el río de la Madre Tierra deificada que lleva su panteísmo sincretista e inunda la ciudad eterna con sus blasfemias.

Pacto amazónico: cuando Vaticano II se reúne con los pueblos originarios

Al día siguiente, en las catacumbas de Santa Domitila, el cardenal Claudio Hummes, relator general del Sínodo, lanzó un "Pacto para la Casa Común", una especie de compromiso para una "Iglesia con rostro amazónico, pobre y sirviente, profética y samaritana". Haciéndose eco del enfoque de unos cuarenta Padres del Concilio Vaticano II que se habían comprometido en 1965 para lograr "una Iglesia sirviente y pobre", los participantes del Sínodo Panamazónico han ido un paso adelante al asumir "el compromiso de defender la selva amazónica" para la "ecología integral", deseada por el Papa Francisco.

En términos concretos, esto significa "la opción preferencial por los pobres" y "los pueblos nativos" para "ayudarlos a preservar sus tierras, culturas, idiomas, historias, identidades y espiritualidad". Detrás de estas grandes palabras yace el rechazo hacia una Iglesia juzgada demasiado occidental y que nunca ha podido entender a estos pueblos y sus culturas. Porque de ahora en adelante se trata de desterrar "cualquier tipo de mentalidad y actitud colonial, acogiendo y valorando la diversidad cultural, étnica y lingüística en un diálogo respetuoso con todas las tradiciones espirituales". ¿Incluso paganas?

También significa "caminar ecuménicamente con otras comunidades cristianas en la proclamación inculturada y liberadora del Evangelio, y con otras religiones y personas de buena voluntad, en solidaridad con los pueblos originarios". El legado de Vaticano II se mezcla con las culturas de los pueblos primitivos rebautizados "originarios" - ¡este término es más conciliarmente correcto!

¿Cuál será el resultado de estos encantamientos verbales que pretenden lograr mejores resultados que siglos de paciente evangelización? Las nieblas del Amazonas despiden por todas partes el hedor de una amplia y muy mediática farsa.

Un gesto consolador de la Iglesia afligida

El único consuelo en este océano de bufonadas patéticas: el valiente gesto de un católico que tomó las estatuillas idólatras expuestas en la iglesia de Santa María en Traspontina para lanzarlas al Tíber. Un retorno a las fuentes, o más bien a las alcantarillas primitivas, que ojalá sea definitivo...

Estas figuras representan a mujeres embarazadas tristes que simbolizan a la Pachamama (la Madre Tierra), una diosa pagana adorada por los incas. Un culto que había sido expulsado, gracias a la Virgen María y a los esfuerzos de fe y caridad de los misioneros durante siglos. Pero, desgraciadamente, esto fue antes de Vaticano II, la inculturación y la apostasía de los hombres de la Iglesia.