Archivo especial: “Traditionis custodes” (5)

Fuente: FSSPX Actualidad

Cuarta parte: ¿El fin del reinado?

En el Motu proprio Traditionis custodes, el Papa Francisco implementa toda una serie de medidas destinadas a circunscribir la Misa Tridentina, con la esperanza de hacerla desaparecer en beneficio exclusivo de la Misa de Pablo VI.

Tal implacabilidad nos lleva a formular distintas preguntas: la primera cuestionó las motivaciones, expuestas u ocultas, dadas en la carta de presentación. La segunda abordó la cuestión de fondo: el vínculo entre el Concilio y el Novus Ordo. La tercera trató sobre las principales reacciones al Motu proprio. La cuarta se propone identificar el espíritu de Francisco manifestado por este acto.

Para muchos observadores romanos, el Motu Proprio no es tanto un documento aterrador sino el texto de un autor aterrorizado, lo que delata así la fragilidad de su autoridad.

En la Nuova Bussola Quotidiana del 22 de julio, Nico Spuntoni relata los comentarios que recibió de Tim Stanley, columnista del Daily Telegraph, colaborador de CNN y la BBC: "Es Francisco quien teme al antiguo rito romano, al igual que los liberales acérrimos de la Iglesia, en su mayoría mayores de setenta años, a quienes les preocupa que Summorum pontificum represente la ruina del Concilio Vaticano II".

Y añade: "Nos acercamos rápidamente a un período de conflicto entre el liberalismo y la fe, donde las personas religiosas serán perseguidas por creer cosas que estaban a la orden del día hace 30 años sobre la sexualidad, el género, el aborto, etc.

"La tragedia del liberalismo es que ha ganado poder al promover la diversidad, pero ahora quiere mantener ese poder dictándonos cómo debemos vivir, qué debemos creer e incluso cómo debemos profesar nuestra fe".

Salir del estado de coma

Antes de la publicación de Traditionis custodes, mientras el Papa Francisco estaba en el Hospital Gemelli donde fue sometido a una cirugía, el vaticanista Aldo Maria Valli daba un informe médico de la Iglesia actual. Valli dijo en su blog el 8 de julio que la Iglesia estaba en un "estado comatoso":

"El número de personas que asisten a la Iglesia está disminuyendo, las vocaciones son vertiginosamente escasas y cada vez son menos los que creen en la vida eterna y en la resurrección. El ABC de la fe se desmorona día a día: una crisis muy profunda, mucho más grave y sustancial que la provocada por los escándalos sexuales o económicos cuyos protagonistas son los hombres de la Iglesia".

Pero Aldo Maria Valli ve el amanecer de un renacimiento de la Iglesia gracias a la Tradición, un renacimiento tímido y muchas veces perseguido por la jerarquía oficial: "La Iglesia que renace no tiene nada que ver con la jerarquía, las conferencias episcopales ni las congregaciones de la Curia romana. Ese barco naufragó y se hundió.

"La Iglesia que renace, sostenida por el Espíritu, es un milagro de la fe: spes contra spem [esperar contra toda esperanza. NDT], signo de total contradicción en su relación con el mundo. Una Iglesia, me disculpo por el término, un poco guerrillera, porque no está enmarcada, y a menudo no es visible. Está ahí, pero la vemos poco o nada, y ni siquiera quiere ser vista. 

"Mantiene viva la llama de formas antiguas y nuevas. Combina la tradición con la inventiva nacida del amor. Mira con desánimo los documentos oficiales, las directivas y los planes pastorales. E incluso ignora todo esto, porque sabe que de allí solo puede provenir un ataque contra la fe.

"Debido a que tiene sed de la Verdad, va directamente a la fuente del agua que da la vida y se reúne en torno a los pocos pastores que quedan. A su vez, escondidos y perseguidos.

"La conversión que se nos pide hoy, además de la conversión diaria que consiste en decir no al pecado y elegir a Dios, concierne a la manera misma de concebir la Iglesia: dejar atrás todo lo que conocemos y entrar en una nueva dimensión, bajo la bandera de la pequeñez, la clandestinidad y la persecución".

Una autoridad debilitada

En este contexto dramático, uno se pregunta cuál es la verdadera autoridad del Papa. Según el sitio argentino The Wanderer del 21 de julio, su autoridad ya no es la de un jefe, sino más bien la de un "Pato Rengo", una autoridad cuestionable y controvertida. 

"Parece que esto es lo que está pasando con el Papa Francisco: su renguera no es solo efecto de la ciática, también lo es de la pérdida de poder debido a la catastrófica gestión de su pontificado y a los signos bastante claros de que su fin está ya cercano. Que nada menos que Andrea Riccardi, referente principal de la Comunidad de San Egidio, haya publicado un libro titulado La Iglesia arde, es muy sintomático".

Y continúa diciendo: "Uno de los errores más grave que puede cometer un gobernante que padece el síndrome del Pato Rengo es dar órdenes universales demasiado duras pues corre el riesgo de ser desobedecido y dejar así en evidencia su debilidad. Y es justamente eso lo que pareciera que está sucediendo con el Papa Francisco luego de la publicación del motu proprio Traditionis custodes.

"Por ahora, la única adhesión clara y universalmente conocida que ha tenido ha sido la de Monseñor Ángel Luis Ríos Matos, obispo de Mayagüez, en Puerto Rico, que publicó un desopilante decreto en el que advierte que, aunque en su diócesis no se celebra la misa tradicional, igualmente la prohíbe y, ya que está, aprovecha para prohibir también el uso de la casulla romana, de los manteles de lino y del velo humeral. 

"Una disposición similar han tomado los obispos de Costa Rica. Los tiranos engendran patéticos tiranuelos, y Bergoglio ha engendrado infinidad de obispos mediocres que poblarán tristemente los Prados Asfódelos [un lugar del inframundo en la mitología griega. NDT]".

El texto concluye irónicamente: "Si todo documento jurídico debe ser interpretado según la mente del legislador, lo que se desprende del motu proprio es que el Papa Francisco quiere evitar el rompimiento de la unidad por cuestiones litúrgicas. 

"Entonces, con toda legitimidad y tranquilidad de conciencia, aquellos obispos que juzguen que en sus diócesis la diversidad litúrgica del rito romano no ocasiones problemas ni rompe la unidad, pueden hacer caso omiso de la norma. Más llanamente, la mayor parte de los obispos no tienen ganas de comprarse una guerra que solo existe en la mente de Bergoglio y de sus ideólogos de turno.

"Como bien escribía Tim Stanley en The Spectator, da la impresión de estar viviendo los años de Leonid Bréhznev en la Unión Soviética: un gobierno de gerontes, que se quedaron con una fotografía vieja y ajada que retrata la situación de país que no existe más".

El fracaso del Concilio y la hermenéutica de la continuidad

De ahí a evocar "la era post-Bergoglio" solo queda un paso que The Wanderer dio el 5 de julio: "Estamos frente a un pontificado acabado, que deja una Iglesia agonizante y que significa la lápida bajo la cual se sepultará definitivamente el experimento comenzado en los ’60 con el Concilio Vaticano II. No podía esperarse otra cosa de Bergoglio, a quien los argentinos conocimos muy bien como arzobispo de Buenos Aires.

"Frente a tamaño desastre, paradójicamente, creo que debemos dar gracias a Dios, porque es el modo más efectivo para que todo el mundo se convenza de que la Iglesia conciliar fracasó. Sería un grave error suponer que la crisis actual es obra de Francisco. Él se ha limitado a seguir haciendo de un modo brutal y chabacano lo que ya hacían Pablo VI y Juan Pablo II.

No conviene olvidar a Montini arrojándose a los pies de un arzobispo ortodoxo en 1975 o a Wojtyla organizando el cotarro de Asís en 1986, por poner solo un ejemplo. El problema no es Bergoglio; el problema es Vaticano II que ha ocasionado un caos sin precedente en la Iglesia católica.

"Y los intentos de salvarlo a través de una 'hermenéutica de la continuidad', o la promoción de la 'reforma de la reforma' que impulsó el Benedicto XVI, fueron infructuosos.

"Por eso mismo, el Papa Francisco se ha comportado [involuntariamente] como un gran inmunizador, o como una vacuna capaz de neutralizar hacia el futuro cualquier variante progresista, pues ya sabemos cómo terminan.

"En efecto, el Papa argentino 'quemó' al progresismo, mostró en qué concluye el experimento de asimilar la Iglesia con el mundo, y sus aperturas y sus puentes: en una Iglesia desvanecida, en sal que perdió su sabor, en un territorio de desolación en el que las corrientes de un viento helado soplan entre las ruinas de conventos vacíos, de escuelas y universidades católicas que ya no lo son, de ceremonias vulgares para pretender ser sacras y de una casta sacerdotal entregada a los vicios más abyectos y despreciables".

No obstante, The Wanderer espera contra toda esperanza: "La Iglesia, a la muerte de Bergoglio, no celebrará una conferencia de paz; celebrará un cónclave, del que muy pocos se animan a presagiar algo bueno, pues sus protagonistas serán, en su mayoría, cardenales elegidos por el papa difunto y creados a su imagen y semejanza, es decir, mediocres e incompetentes. 

"Y, sin embargo, la proximidad del abismo puede hacerlos retroceder. Pero ¿retroceder a dónde? ¿De qué manera se retrocede en situaciones como ésta? ¿Cuál es la meta que debe fijarse y cómo se llega a ella? No lo sé. El próximo Papa deberá ser, además de un santo, un hombre de una refinada prudencia, un estratega y un ejecutor con pulso de neurocirujano. 

Sin afligirnos estérilmente por los momentos trágicos que estamos viviendo, ni perdernos en vanas conjeturas sobre un futuro que no nos pertenece, es necesario -más que nunca- recordar a Monseñor Marcel Lefebvre, quien simplemente pidió que se pudiera "experimentar la Tradición", hic et nunc, en su integridad y en su totalidad.

Aquel que, en 1970, fundó una Fraternidad para formar, a su humilde nivel, sacerdotes que permitan a las almas experimentar la Tradición bimilenaria.